Recuerdo que cuando estaba en la universidad, en una clase optativa que tuvimos, a la cual de todo de burla le llamábamos “de relleno” (de la cual ahora entiendo que nunca le dimos la importancia debida) un profesor nos contaba historias.
El profesor trataba de inspirarnos con historias para que entendiéramos el proceso creativo de un emprendedor, de lo que nos encontraríamos o que nos deja pensando.
En su momento no lo entendí. Hasta que poco a poco fui entendiendo el valor de dichas historias. Sus historias se han convertido en recuerdos que, en algunos momentos a lo largo de estos años, he ido recordando.
Una de las historias que más me marcaron en estos tiempos fue una llamada “El portero del prostíbulo”. Esta historia ha sido atribuida a un gran empresario brasileño. Sin embargo, no hay registro alguno que sea verdadero.
También la historia de el portero del prostíbulo se ha acreditado a Jorge Bucay. Pero tampoco pude acreditarlo. Por lo que, prefiero dejarla abierta. Y que la gente pueda entenderla como una historia de negocios muy cierta en algunos momentos.
Y para no seguir dando vueltas, les dejo esta gran historia… “El portero del prostíbulo”.
Historia de Negocios: El Portero del Prostíbulo
No había en el pueblo un oficio peor conceptuado y peor pago que el de el portero del prostíbulo. Pero ¿qué otra cosa podría hacer aquel hombre?
De hecho, el portero del prostíbulo nunca había aprendido a leer ni a escribir, no tenía ninguna otra actividad ni oficio. En realidad, era su puesto porque su padre también había sido el portero del prostíbulo y también su abuelo, el padre de su padre, había sido el portero del próstíbulo. Durante décadas, el oficio de el portero del prostíbulo se pasaba de padres a hijos y la portería se pasaba de padres a hijos.
Tomando el negocio familiar
Un día, el viejo propietario murió y se hizo cargo del prostíbulo su hijo. Era un joven con ideas innovadoras y con inquietudes diferentes. Era una persona, creativa y y con bastante energía como emprendedor. El joven decidió modernizar el negocio. Modificó las habitaciones y después citó al personal para darle nuevas instrucciones.
Por lo que a el portero del prostíbulo, le dijo: A partir de hoy usted, además de estar en la puerta, me va a preparar una planilla semanal. Allí anotará usted la cantidad de parejas que entran día por día. A una de cada cinco, le preguntará cómo fueron atendidas y qué corregirían del lugar. Y una vez por semana, me presentará esa planilla con los comentarios que usted crea convenientes.
El portero del prostíbulo tembló, nunca le había faltado disposición al trabajo pero….. Me encantaría satisfacerlo, señor – balbuceó – pero yo… yo no sé leer ni escribir.
¡Ah! ¡Cuánto lo siento! Como usted comprenderá, yo no puedo pagar a otra persona para que haga esto y tampoco puedo esperar hasta que usted aprenda a escribir, por lo tanto…
Pero señor, usted no me puede despedir, yo trabajé en esto toda mi vida, también mi padre y mi abuelo…
No lo dejó terminar. Mire, yo comprendo, pero no puedo hacer nada por usted. Lógicamente le vamos a dar una indemnización, esto es, una cantidad de dinero para que tenga hasta que encuentre otra cosa. Así que, lo siento. Que tenga suerte. Y sin más, se dio vuelta y se fue.
¿Qué podría hacer?
El portero del prostíbulo sintió que el mundo se derrumbaba. Nunca había pensado que podría llegar a encontrarse en esa situación. Llegó a sí casa, por primera vez desocupado. ¿Qué hacer?
Recordó que a veces en el prostíbulo, cuando se rompía una cama o se arruinaba una pata de un ropero, el portero del prostíbulo, con un martillo y clavos se las ingeniaba para hacer un arreglo sencillo y provisorio. Pensó que esta podría ser una ocupación transitoria hasta que alguien le ofreciera un empleo.
Buscó por toda la casa las herramientas que necesitaba, sólo tenía unos clavos oxidados y una tenaza mellada. Tenía que comprar una caja de herramientas completa. Para eso usaría una parte del dinero recibido.
En la esquina de su casa se enteró de que en su pueblo no había una ferretería, y que debía viajar dos días en mula para ir al pueblo más cercano a realizar la compra.
¿Qué más da? Pensó, y emprendió la marcha.
Empezando un negocio paso a paso
A su regreso, traía una hermosa y completa caja de herramientas. No había terminado de quitarse las botas cuando llamaron a la puerta de su casa. Era su vecino.
Vengo a preguntarle si no tiene un martillo para prestarme.
Mire, sí, lo acabo de comprar pero lo necesito para trabajar… como me quedé sin empleo…
Bueno, pero yo se lo devolvería mañana bien temprano.
Está bien.
A la mañana siguiente, como había prometido, el vecino tocó la puerta. Mire, yo todavía necesito el martillo. ¿Por qué no me lo vende?
No, yo lo necesito para trabajar y además, la ferretería está a dos días de mula.
Hagamos un trato – dijo el vecino- Yo le pagaré a usted los dos días de ida y los dos de vuelta, más el precio del martillo, total usted está sin trabajar. ¿Qué le parece?.
Realmente, esto le daba un trabajo por cuatro días…
Aceptó. Volvió a montar su mula.
Al regreso, otro vecino lo esperaba en la puerta de su casa.
Hola, vecino. ¿Usted le vendió un martillo a nuestro amigo?
Sí…
Yo necesito unas herramientas, estoy dispuesto a pagarle sus cuatros días de viaje, y una pequeña ganancia por cada herramienta. Usted sabe, no todos podemos disponer de cuatro días para nuestras compras.
El ex – portero abrió su caja de herramientas y su vecino eligió una pinza, un destornillador, un martillo y un cincel. Le pagó y se fue.
Empezar el negocio sin darse cuenta
“…No todos disponemos de cuatro días para compras”, recordaba. Si esto era cierto, mucha gente podría necesitar que él viajara a traer herramientas.
En el siguiente viaje decidió que arriesgaría un poco del dinero de la indemnización, trayendo más herramientas que las que había vendido. De paso, podría ahorrar algún tiempo de viajes.
La voz empezó a correrse por el barrio y muchos quisieron evitarse el viaje.
Una vez por semana, el ahora corredor de herramientas viajaba y compraba lo que necesitaban sus clientes.
Pronto entendió que si pudiera encontrar un lugar donde almacenar las herramientas, podría ahorrar más viajes y ganar más dinero. Alquiló un galpón.
Luego le hizo una entrada más cómoda y algunas semanas después con una vidriera, el galpón se transformó en la primer ferretería del pueblo.
Todos estaban contentos y compraban en su negocio. Ya no viajaba, de la ferretería del pueblo vecino le enviaban sus pedidos. Él era un buen cliente.
Con el tiempo, todos los compradores de pueblos pequeños más lejanos preferían comprar en su ferretería y ganar dos días de marcha.
Creciendo el negocio
Un día se le ocurrió que su amigo, el tornero, podría fabricar para él las cabezas de los martillos.
Y luego, ¿por qué no? Las tenazas… y las pinzas… y los cinceles. Y luego fueron los clavos y los tornillos…..
Para no hacer muy largo el cuento, sucedió que en diez años aquel hombre se transformó con honestidad y trabajo en un millonario fabricante de herramientas. El empresario más poderoso de la región.
Tan poderoso era, que un año para la fecha de comienzo de las clases, decidió donar a su pueblo una escuela. Allí se enseñaría además de lectoescritura, las artes y loas oficios más prácticos de la época.
¿Qué hubiera hecho con estudios?
El intendente y el alcalde organizaron una gran fiesta de inauguración de la escuela y una importante cena de agasajo para su fundador. A los postres, el alcalde le entregó las llaves de la ciudad y el intendente lo abrazó y le dijo:
Es con gran orgullo y gratitud que le pedimos nos conceda el honor de poner su firma en la primer hoja del libro de actas de la nueva escuela.
El honor sería para mí – dijo el hombre -. Creo que nada me gustaría más que firmar allí, pero yo no sé leer ni escribir. Yo soy analfabeto.
¿Usted? – dijo el intendente, que no alcanzaba a creerlo – ¿Usted no sabe leer ni escribir? ¿Usted construyó un imperio industrial sin saber leer ni escribir?
Estoy asombrado. Me pregunto, ¿qué hubiera hecho si hubiera sabido leer y escribir?
Yo se lo puedo contestar – respondió el hombre con calma -. Si yo hubiera sabido leer y escribir… sería portero del prostíbulo!
Conclusiones
El portero del prostíbulo no solamente deja como enseñanza el empezar un negocio paso a paso sin darse cuenta. También nos deja como enseñanzas, el hecho de empezar paso a paso. Rápido, pero sin detenerse. Y sobre todo. A veces las mejores ideas son aquellas que nunca empezaste.
Y sin duda un punto que deben. detener todo aquellos que están saliendo de la universidad, o aquellos que llevan mucho tiempo dentro de una empresa… El portero del prostíbulo te enseña que a veces, un gran fracaso puede ser el mejor inicio de algo mejor en tu vida.
Déjame tus comentarios de la historia de “El portero del prostíbulo” y cuéntame, ¿Encontraste otras ideas como emprendedor?
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